Definimos el ruido ambiental como el sonido exterior no deseado o nocivo generado por las actividades humanas proveniente de diferentes fuentes como el emitido por los medios de transporte, el tráfico rodado, ferroviario o aéreo y por emplazamientos de actividades industriales o de ocio público entre otras. Es una emisión de energía originada por un fenómeno vibratorio que es detectado por el oído y provoca una sensación de molestia en el individuo.
La escala de sonido se mide en decibelios (dB) que el oído humano es capaz de percibir y soportar en diferentes niveles de presión. En términos de salud y bienestar el nivel máximo recomendado por la OMS es de 65 dB. Si la exposición es mayor a 85 dB existe riesgo de pérdida auditiva crónica, si se repite en el tiempo y supera los 100 dB, hay riesgo de pérdida inmediata. Una exposición mayor superará nuestro umbral de dolor pudiendo producir daños físicos irreversibles como rotura del tímpano.
Más de la mitad de la población mundial habita en ciudades y se estima que para 2050 la cifra llegará a dos tercios del total. Son estos centros urbanos plagados de edificios donde se originan en mayor medida las agresiones que genera el ruido y la contaminación acústica. Es tal el riesgo asociado al ruido ambiental al que nos sometemos que la comunidad científica ha establecido una marcada relación entre numerosas enfermedades y la exposición a elevados niveles de contaminación ambiental asociados a determinas escalas de ruido. Un problema acuciante al que debemos de responder con dos tipos de medidas que ayudarán a paliar estos efectos; el acondicionamiento acústico de los espacios integrando materiales para la absorción del ruido y el aislamiento acústico propio del uso de materiales aislantes para protegerse del ruido exterior. La combinación de ambas medidas nos facilitará alcanzar el confort acústico, entendiendo este como el nivel de ruido aceptable (40 dB) para realizar nuestras actividades cotidianas en un entorno adecuado que favorezca nuestro descanso, concentración, comunicación y salud.
Aportaciones del sector de la ventana
El ruido que percibimos del exterior se transmite fundamentalmente por difracción como efecto de la translación de la vibración al interior de los edificios que se produce por la incidencia el sonido sobre los elementos constructivos o por filtración por defectos en la estanqueidad en la continuidad de la envolvente. Ambos aspectos guardan relación proporcional y directa con la elección de los materiales que componen las puertas y ventanas, así como, con su adecuada instalación. Por eso, para reducir al máximo el primer factor de transmisión (difracción) es importante que la ventana (perfiles+vidrio) tengan un peso considerable. Para combatir la segunda forma de transmisión del sonido (filtración), es fundamental la clasificación de la ventana en función de la permeabilidad del aire. La integración de unidades de vidrio aislante (UVA) serán fundamentales, además de la hermeticidad en el diseño del sistema de perfiles, calidad de los herrajes y estanqueidad de las juntas. Si únicamente queremos afrontar mejoras en las actuales condiciones acústicas de nuestras ventanas, lo más recomendable será revisar y en su caso sustituir las juntas y burletes de estanqueidad o en su defecto instalar cintas adhesivas para sellado comercializadas en ferreterías y centros de bricolaje.
Colaboración: Amevec
