La llamada nueva normalidad a la que tuvimos que adaptarnos debido al Covid-19, nos permitió experimentar esquemas de trabajo remoto con tendencia al largo plazo. La preferencia fue evidente: estudios señalan que durante la pandemia cerca del 70% de los trabajadores oficinistas en México prefería laborar desde casa. Cualquiera supondría que esto nos habría llevado a disminuir el impacto ambiental que representan los traslados y actividades diarias que se realizan en grandes corporativos o espacios en los que se concentra un gran número de colaboradores, pues ahora las jornadas laborales serían completamente desde casa, sin embargo, esta idea se aleja mucho de la realidad.
Solemos pensar que son los inmuebles de oficinas o las grandes industrias en general las que deben tomar acción en primer lugar cuando hablamos de medidas sustentables, pero los desarrolladores de estas obras ya tienen diferentes compromisos de protección al momento de construirlas, como la norma ISO 14000, o buscar certificaciones que cumplan con todas las exigencias de protección ambiental y garanticen el ahorro de recursos como agua o electricidad, algo que no se acostumbra en los hogares, sitios que resultan menos eficientes energéticamente hablando.
Imaginemos un espacio de oficinas antes de que comenzara la cuarentena, en el que 100 personas se benefician al mismo tiempo de todos los servicios, electrodomésticos y herramientas en general que estratégicamente optimizan el ahorro de energía; si el esquema de trabajo pasa a ser home office de tiempo completo, entonces esa eficiencia se pierde al volverse todo individual.
En un análisis reciente de Cushman & Wakefield se descubrió que en 2021, sólo en Australia, más de 13,000 toneladas adicionales de gases de efecto invernadero fueron detectadas a causa de las emisiones en viviendas.
Al saber que la forma de trabajo no volverá a ser la misma y que laborar de manera remota trae consigo diferentes beneficios, mejorar nuestros hábitos en el hogar es una responsabilidad que debemos asumir.
Es posible que no sea tan fácil para algunos, pues toma tiempo, esfuerzo, energía e incluso recursos financieros adoptar costumbres que disminuyan el impacto ecológico, desde las más conocidas, como separar la basura, reutilizar el agua, no dejar conectados aparatos eléctricos o incluso considerar la instalación de paneles solares y hasta invertir en la automatización de aires acondicionados o encendido y apagado de luces. Pero para lograr una diferencia y un cambio, es necesario redoblar esfuerzos para cambiar la mentalidad y la manera de hacer las cosas, así como considerar otras opciones que, insistimos, aunque cuesten más trabajo o dinero, podamos empezar a normalizar.
Los retos ambientales que se plantean al momento de traer a la mesa el tema de trabajo a distancia serán enfrentados con el cambio de mentalidad personal del que hablamos, pero no podemos olvidar la parte que seguirá correspondiendo a las empresas en cuanto aldesarrollo de políticas de sostenibilidad que generen beneficios conjuntos (Cushman & Wakefield se comprometió recientemente a alcanzar cero emisiones netas para 2050), asegurando que esas mismas organizaciones promuevan al mismo tiempo el bienestar de sus colaboradores y el esfuerzo hacia sus objetivos sostenibles.
Colaboración: África Rubio