Muchos proyectos, en su afán de buscar un confort térmico en invierno, privilegian la ganancia de sol directa descuidando las medidas de control solar pasivas que nos brinda la arquitectura y el entorno. Estas omisiones pueden traer como consecuencia efectos de sobre calentamiento por alta exposición a los rayos UV que dependiendo de la orientación de la fachada elevarán los consumos de energía para climatizar los espacios en épocas de estío. Para evitar, reducir o corregir en parte estos defectos, la arquitectura dispone de elementos de diseño, sencillos y funcionales, como son para estos casos, los aleros, cornisas y balcones.
El alero de una fachada se define y delimita por la prolongación del plano de cualquier forjado del edificio de forma que se crea un voladizo que sobrepasa la fachada perpendicularmente a ésta. Este elemento arquitectónico bien orientado funciona como un sistema pasivo de control solar que bloquea la incidencia directa no deseada al proyectar sombra sobre la fachada, ventanas y terrazas de un edificio mientras deja pasar la radiación solar en invierno. De esta manera, reduciremos las necesidades de la carga total de enfriamiento requerida para climatizar los espacios.
A diferencia de los balcones que se proyectan sobre las fachadas y pueden servir a este mismo uso, los aleros son de menores dimensiones y no son transitables. Las medidas de proyección deberán de ser calculadas dependiendo de la orientación de su ubicación en la fachada y el diseño de sus componentes. Al tratarse de elementos fijos y horizontales, los aleros no son eficaces en orientaciones oeste y este en las que el sol incide en la vivienda con un ángulo más bajo. Pero son ideales en la orientación sur.
Una variante de los aleros son las cornisas o voladizos que por definición no se corresponden o alinean con el plano del forjado y sirven más a los efectos decorativos de la arquitectura moderna. Esta cualidad no afecta su capacidad de aportar sombra en aquellas ocasiones que requieran de regular el aporte de luz natural asociados a las ventanas y espacios donde el vidrio puede ser un factor que eleve la temperatura de los espacios.
El desarrollo de las fachadas de vidrio ha traído de la mano la integración de elementos acondicionados a su diseño, normalmente de aluminio, que funcionan de forma similar a los aleros y cornisas. Estos elementos que usualmente conocemos como parasoles, se instalan de forma vertical u horizontal proyectándose sobre la fachada modulada con el fin de bloquear una buena parte de la incidencia solar directa dependiendo de la orientación de la forma y la fachada misma. La proyección perpendicular de los parasoles permite el movimiento de sombras que limitará la acción lupa por el cual el vidrio transforma una parte de la radiación solar en calor generando un efecto invernadero. Dentro de esta oferta de productos existe una variedad de productos que han ido evolucionando para integrarse como sistemas especializados entre los que destacan además del aluminio, las aplicaciones textiles.
Dentro el sector residencial nos encontramos con una amplia variedad de soluciones o variantes de la oferta de pérgolas que se adaptan con facilidad al concepto de cornisa proporcionando un recurso no solo arquitectónico, sino estético. Este tipo de propuestas han venido ganando adeptos tanto entre profesionales del diseño como particulares. Distintas formas y acabados que aportan elegancia y funcionalidad a los proyectos partiendo del mismo concepto de administración de sombras. También para el sector residencial de obra social se ha creado una oferta que en busca de la economicidad tiene su máxima expresión de la mano de nuevos diseños de aleros basados en estructuras simples prefabricados con cubiertas de acrílico o textiles asociados a puertas y ventanas.
Colaboración: AMEVEC