En 1835, el alemán Justus Von Liebig descubrió el monómero del cloruro de vinilo, un descubrimiento sin ningún valor para aquella época. Seria hasta 1926 que el químico estadounidense Waldo Lonsbury Semon daría utilidad al compuesto y registraría la patente en 1933 para un método de fabricación de PVC plastificado, ahora conocido simplemente como vinilo. Un descubrimiento resultado de un experimento de laboratorio que buscaba nuevos recubrimientos de caucho sintético para su aplicación sobre metales.
Los primeros productos de PVC producidos a partir de 1938 fueron pelotas de golf, zapatos de tacón y cortinas de baño. Posteriormente logró moldearlo en diferentes formas y grosores que extendieron su uso a las protecciones para mangos de herramientas, las suelas de zapatos y los cables, entre tantas otras aplicaciones. Pronto se descubrió el potencial de esta nueva materia prima para la fabricación de multitud de productos e inmensas utilidades. Actualmente el PVC es el segundo polímero de mayor producción en el mundo.
En la década de los 70 aparecen las primeras ventanas de PVC en Alemania como una respuesta al incremento de los precios del petróleo en la búsqueda de ahorrar energía en las viviendas altamente dependientes de los sistemas de calefacción basados en combustibles fósiles. Sin duda en este tiempo se da la primera revolución energética que inicia el camino en la búsqueda de la sustentabilidad en la construcción.
Este material joven pronto se torna una alternativa competitiva sobre las materias primas tradicionales, aluminio y madera, que siguen predominando en el mercado. Sus grandes propiedades aislantes, su ligereza y las oportunidades estéticas que ofrece, impulsaran el desarrollo tecnológico del sector de la ventana y todos los componentes afines a su fabricación en la búsqueda de elevar las prestaciones térmicas y acústicas dentro de una filosofía de venta que, por muchos años, fue única. Pero además el PVC es un material inerte, no se degrada con el paso del tiempo y se produce fácilmente. Todo esto unido al desarrollo de maquinaria específica para producirlas a gran escala permitió la fabricación de ventanas a unos precios de mercado muy competitivos. En muy poco tiempo las ventanas de PVC habrían conquistado el mercado europeo de clase media y se habían convertido en un baluarte de la nueva tendencia de construcción de viviendas de baja demanda energética.
Al principio los perfiles eran exclusivamente de color blanco preocupados por el comportamiento de otros colores frente a los rayos UV. Esta limitante quedaría atrás con el desarrollo de una generación de folios o láminas multicapa que revistiendo los perfiles mejorarían sus propiedades naturales y pondrían al alcance de estas ventanas un mundo ilimitado de colores y texturas resistentes a la incidencia solar directa.
El diseño de los perfiles para la elaboración de estas ventanas ha ido evolucionando rápidamente para mejorar sus prestaciones térmicas y mecánicas dando origen al uso ahora extendido del denominado canal europeo. Una innovación que facilitó el desarrollo he integración de una nueva oferta de herrajes que mejorarían la estanqueidad y seguridad de las ventanas.
El vidrio fue seguro, el gran aliado y compañero de la ventana de PVC en este camino por elevar el desempeño térmico y acústico de las ventanas. Será aquí donde las ingenierías de los perfiles cambian para poder soportar vidrios más pesados y eficientes que se conforman de varias lunas con cámaras intermedias aisladas para reducir las pérdidas y ganancias energéticas a través del cristal.
Hoy seguimos viendo un futuro grandioso y prometedor para las ventanas de PVC que estamos seguros seguirán siendo motor de la innovación para satisfacción de todos aquellos que las amamos.
Colaboración AMEVEC